La aparición de los archivos municipales de Castilla y León coincide con el período de formación y consolidación de los concejos medievales, que se produce entre los siglos XI y XIII, aunque con precedentes singulares, como el Fuero de Brañosera (824), del que en este año conmemoramos su 1200 aniversario.
Estos archivos nacen de forma espontánea, cuando las autoridades locales ven la necesidad de preservar los documentos que justificaban los derechos y dominios de sus municipios. Cartas pueblas, fueros, privilegios y códices de los repartimientos de tierra entre los nuevos pobladores forman el corpus documental inicial de estos archivos, que tiene como común denominador su origen real, ya que el rey era entonces la fuente principal del derecho.
La custodia de estos documentos correspondía a distintas personas, normalmente a los miembros del propio concejo o a los escribanos, cuyas funciones se regulan por primera vez en Las Partidas de Alfonso X el Sabio. Por lo general, estos archivos se conservaban en arcas de madera provistas de tres o más llaves que se instalaban en cámaras embutidas en una zona elevada de los muros de las iglesias —cuyos pórticos también acogían las reuniones del concejo— lo que ofrecía a los documentos un entorno seguro, además de sagrado.
La Edad Media. Documentos en exposición:
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